viernes, 9 de julio de 2010

Educar en emociones sin caer en los excesos

A los niños de antes y a los de ahora, los educamos de forma distinta. Y, sin embargo, en una época como en otra, con la misma asignatura pendiente: sin tener en cuenta la sabiduría de las emociones. Entonces se trataba de controlar los sentimientos y se entendía que la persona madura era aquella que aparentaba, al menos, no afectarse por los estímulos que hubieran en su entorno, sobre todo, con emociones específicas, como la rabia, o la misma tristeza, incluso se decía: “los hombres no lloran”.

Ahora, como por la ley del péndulo, se va al otro extremo, y se tienen demasiado en cuenta las emociones, incluso se llega hasta endiosarlas. “Di lo que sientes”, “así lo siento”, “exprésalo como lo sientes”, incluso sin tener en cuenta al otro y cómo le puede afectar el compartirlo.

Hace ya muchos siglos, un gran filósofo griego, como lo fue Aristóteles, escribía: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan fácil”.
Tenemos claros los principios de la orientación educativa como que educar es más que instruir o adiestrar. O que hemos de educar a personas concretas, individuales, con particularidades propias que la educación ha de respetar, aprovechar, enriquecer y contribuir a desarrollar.

Sabemos que hemos de educar a la persona entera, y no solo una parte suya, no solo la inteligencia o su identidad social. Y, sin embargo, nos cuesta tanto en la educación en el aula como en la casa, encontrar pautas eficaces que nos permitan ser fieles a estos principios formulados. Se nos ha ‘enseñado a pensar’. Pero ‘aprender a sentir’ parece que debe hacerlo cada uno, que se aprende solo. Que la vida enseña. El resultado es que sabemos hacer nuestro trabajo. Somos profesionales en el área en la que hemos invertido tantas horas. Pero simultáneamente, tenemos problemas en nuestra convivencia, que es un vacío de nuestra educación y de nuestra sociedad de hoy. Por ello, es preciso trabajar en el sentido de educar los sentimientos, de fortalecer nuestra inteligencia emocional.

Mª José González-Blanch

Fuente: El Mercurio

2 comentarios:

  1. Curioso el tema de las emociones: no las podemos negar ni reprimir, pero tampoco dejarnos llevar por ellas, pues pueden causar daño a los demás.
    Nadie nos enseña a gestionarlas, como mucho a vivir de espaldas a ellas.
    Tenemos tanto que aprender...
    Gracias por el artículo
    Un abrazo

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  2. Deberíamos inaugurar la época de la "gestión emocional": técnicas y métodos concretas para intentar emocionarnos en nuestro propio beneficio, y no más bien al revés: que seamos marionetas movidas por determinados estados fisiológicos. Hay personas atadas de por vida ha determinados sentimientos, en muchas ocasiones infelices.
    Tenemos tanto que aprender....
    Un abrazo Jose Luís y gracias por reforzar este pequeño altavoz tecnológico.

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